A pesar de que desde las épocas prehispánicas, los indígenas de El Salvador utilizaban la resina del bálsamo (Myroxilon balsamun) para curar enfermedades como el asma, la tos y para cicatrizar heridas, son los conquistadores españoles los que convierten al bálsamo, junto con el cacao y el añil, en los principales productos de exportación de El Salvador durante la colonia.
En 1523, el conquistador de El Salvador y gobernador de Guatemala, Pedro de Alvarado, fue herido en la pierna con una flecha en el antiguo poblado de Cuscatlán, El Salvador. Una leyenda dice que una princesa nahua pipil le cicatrizó la herida con resina de bálsamo, y por eso pudo continuar luego sus conquistas en América del Sur, donde llegó en 1533 (Bahía de Caráquez, Ecuador).
La resina obtenida de este árbol milagroso es capaz de curar o aliviar muchas enfermedades, como las ya referidas, y además la sarna, reumatismo, bronquitis, tuberculosis, diarrea, enfermedades de la piel, venéreas, etc.
Además, es muy valorada en la industria de cosméticos, en lociones, perfumes, cremas, jabones, desodorantes y para dar sabor u olor a los jarabes y otras medicinas.
Debido a la casi extinción del bálsamo europeo del género Styrax, usado para embalsamar los cuerpos y otros fines, en 1571 el Vaticano autoriza el uso de los «bálsamos americanos» para la elaboración del crisma, ungüento necesario para los bautizos, confirmaciones, ordenaciones sacerdotales y para los «Santos Oleos» o Extrema Unción.
El bálsamo de El Salvador está distribuido desde México hasta Ecuador, pero su origen es en El Salvador, donde existe la mayor diversidad de la especie y donde millones de bálsamos pueblan la «Cordillera del Bálsamo,» ubicada entre los departamentos de Sonsonate y La Libertad, y donde miles de «balsameros» en los pueblos de Comasagua, Jayaque, Tepecoyo, Chiltiupán y San Julián de Cacatuca se dedican a la extracción de la cotizada resina para su exportación a Europa y EE. UU.
La forma de extracción de este fragante aceite vegetal consiste en hacer un corte en la corteza del árbol, donde se le quema con una antorcha para que salga la resina, y luego se colocan unos trapos por varios días para que absorban la resina que sigue saliendo. Los mismos se prensan artesanalmente hasta sacar toda la resina.
Equivocadamente conocido a veces como «Bálsamo del Perú,» el bálsamo de El Salvador fue reconocido en 1939 por el gobierno como el árbol nacional de El Salvador.
No conocía su historia y nunca había visto un árbol tan bello e imponente como el «Bálsamo de El Salvador,» muy usado también como sombra de los cafetales y su madera para las más resistentes vigas, muebles y puertas que no las atraviesa «ni una bala perdida,» según mi amigo Rafael Trigueros Hecht.