Entre los secretos mejor guardados de Sudamérica, Ecuador despliega un espectáculo natural único: la Ruta de los Volcanes, un corredor andino que atraviesa el país de norte a sur, custodiado por gigantes dormidos y despiertos que han moldeado su geografía, cultura e identidad.
Esta ruta, bautizada por el célebre explorador Alexander von Humboldt como la Avenida de los Volcanes, recorre más de 200 kilómetros a lo largo de la cordillera de los Andes, albergando más de 70 volcanes, de los cuales 27 siguen activos. Aquí, la naturaleza se impone con una belleza indómita, y cada montaña parece contar su propia historia, envuelta en nubes, hielo y leyendas.

Un recorrido de norte a sur
La travesía inicia en la provincia del Carchi, con el volcán Chiles y el Cerro Negro, volcanes binacionales que marcan el extremo norte y forman parte del paisaje fronterizo con Colombia.
El viaje continúa hacia el imponente Cayambe (5.790 m), el único volcán en el mundo cuyo glaciar es atravesado por la línea ecuatorial. Luego, el sendero lleva al Reventador (3.560 m), uno de los más activos, escondido en la espesa selva de la vertiente oriental.
A escasos kilómetros de Quito, capital del país, se encuentra el Guagua Pichincha (4.784 m), cuyas erupciones han acompañado la historia de la ciudad, situada a 2.850 m.s.n.m., la capital más alta del mundo a esa altitud.
Más al sur se alza el majestuoso Cotopaxi (5.897 m), símbolo del Ecuador, con su cono perfecto y nieve perpetua. A su lado, los picos gemelos Illinizas Norte y Sur (5.126 m y 5.248 m) desafían a montañistas con rutas técnicas ideales para aclimatación.
Muy cerca se encuentra la Laguna del Quilotoa, de aguas turquesa, dentro del cráter de un volcán colapsado, considerada una de las más hermosas del planeta.

El recorrido avanza hasta el Tungurahua (5.023 m), la “Garganta de Fuego”, cuya actividad constante contrasta con el ambiente relajado de la ciudad de Baños de Agua Santa, a sus pies.
Más adelante, se descubre el Altar (5.319 m), volcán extinto de belleza dramática, que guarda en su cráter la Laguna Amarilla. Luego emerge el Sangay (5.230 m), activo y remoto, protegido por el Parque Nacional Sangay, Patrimonio Natural de la Humanidad.
Finalmente, el trayecto culmina con el Chimborazo (6.263 m), el coloso ecuatoriano que, medido desde el centro de la Tierra, es el punto más cercano al Sol, superando al Everest por efecto del abultamiento ecuatorial.
La Ruta de los Volcanes no es solo un lugar para visitar. Es una experiencia para vivir y recordar.
Mucho más que volcanes
La Ruta de los Volcanes no es solo un destino para escaladores o montañistas. Es un viaje que combina aventura, cultura, espiritualidad y biodiversidad.
Los pueblos andinos que la conforman —como Latacunga, Riobamba o Alausí— conservan tradiciones ancestrales, mercados coloridos, gastronomía autóctona y festividades ligadas al ciclo de la naturaleza. Los viajeros pueden caminar entre páramos cubiertos de frailejones, observar cóndores en vuelo o compartir rituales sagrados con comunidades indígenas.

Un destino para el mundo
Ecuador ofrece en este corredor natural una experiencia tan intensa como diversa. Escalar un volcán activo, caminar alrededor de una laguna de cráter, admirar glaciares equinocciales o simplemente contemplar la imponencia del paisaje: todo esto es posible en la Ruta de los Volcanes.
Quienes la recorren descubren no solo la fuerza de la naturaleza, sino también la resiliencia y calidez de su gente. Es un destino que transforma. Porque allí, entre lava y hielo, el viajero redescubre su propia naturaleza.
Mejor época para visitar
La temporada seca, de junio a septiembre, es ideal para caminatas y ascensos, ya que ofrece mejores condiciones climáticas y cielos despejados. También son favorables los meses de diciembre y enero, aunque pueden presentarse lluvias esporádicas.

Consejo adicional
En actividades por encima de los 4.000 m.s.n.m., se recomienda una aclimatación progresiva. Personas con afecciones cardíacas o respiratorias deben consultar con su médico antes de realizar ascensos.
La Ruta de los Volcanes no es solo un lugar para visitar. Es una experiencia para vivir y recordar.