Nadie está completamente libre de enfermar. Esa es la realidad que, con crudeza y valentía, nos recuerda la presentadora y deportista ecuatoriana María Teresa Guerrero, “La Flaca”, tras revelar públicamente su diagnóstico de cáncer de ovario. En su caso, ni los años de vida saludable, ni su impecable condición atlética, ni su disciplina ejemplar pudieron evitar que una enfermedad silenciosa, compleja y devastadora tocara su vida. Su testimonio no solo conmueve, sino que abre una conversación urgente sobre la fragilidad humana y el papel esencial de la medicina preventiva.
El cáncer es una enfermedad que ha acompañado a la humanidad desde tiempos remotos. Hallazgos arqueológicos han detectado rastros de cáncer en momias egipcias de más de 3.000 años de antigüedad, y documentos médicos de la antigua Grecia ya lo describían como una masa dura y destructiva. Sin embargo, fue en el siglo XX cuando esta enfermedad adquirió dimensiones globales, convirtiéndose en una de las principales causas de muerte en el mundo. Según datos de la Organización Mundial de la Salud (OMS), cada año el cáncer causa más de 10 millones de muertes, y su incidencia sigue en aumento.
Dentro de este complejo universo oncológico, el cáncer de ovario ocupa un lugar especialmente delicado: es el tipo de cáncer ginecológico más letal. Su capacidad para avanzar sin síntomas claros lo convierte en una amenaza silenciosa. No hay prevención garantizada, y los exámenes rutinarios muchas veces no logran detectarlo a tiempo.
«El cáncer puede estar latente, oculto tras hábitos sanos, esperando un descuido, una omisión médica o un retraso en la detección».
Así fue en el caso de María Teresa Guerrero. A pesar de haberse realizado controles médicos periódicos y mantener hábitos impecables, su diagnóstico llegó tarde. Durante meses sintió dolores abdominales que atribuyó al estrés, al esfuerzo físico o a causas menores. Incluso participó en un programa de televisión y entrenó para competencias deportivas sin imaginar que esos malestares eran señales de alarma. Su caso refleja algo que los especialistas repiten con frecuencia: el cáncer no siempre da avisos contundentes, y cuando lo hace, suelen ser malinterpretados o minimizados.
En su conmovedor testimonio, compartido a través de sus redes sociales y reproducido por diversos medios, Guerrero narra cómo un examen de Papanicolaou realizado dos años atrás arrojó resultados normales, lo cual llevó a sus médicos a descartar exámenes adicionales. “No es así”, dijo con firmeza. “Siempre hay que pedir más. No solo el Papanicolaou; hay que pedir una ecografía transvaginal”. Fue precisamente este examen, realizado posteriormente en Ecuador, el que finalmente reveló la presencia de tumores en ambos ovarios.
Su historia denuncia una falla estructural: la falta de prolijidad médica, ese exceso de confianza que descarta enfermedades graves ante resultados parciales “normales”. Su voz resuena como un llamado a médicos y pacientes a no conformarse, a exigir profundidad en los controles y, sobre todo, a escuchar al cuerpo. “Este es el Ironman más importante de mi vida, y lo voy a ganar”, afirmó Guerrero con una mezcla de determinación y esperanza.

Mayo, además, no es un mes cualquiera. El 8 de mayo se conmemora el Día Mundial de la Concientización sobre el Cáncer de Ovario, una fecha dedicada a visibilizar esta enfermedad, promover el diagnóstico temprano y exigir avances en la investigación. La coincidencia de este testimonio con esta conmemoración refuerza su impacto: la experiencia de María Teresa humaniza las cifras y pone rostro a una realidad que afecta a cientos de miles de mujeres en todo el mundo.
Más allá de su experiencia personal, el mensaje es colectivo. Nadie está exento. La salud no es una garantía permanente, por más saludable que seamos. El cáncer puede estar latente, oculto tras hábitos sanos, esperando un descuido, una omisión médica o un retraso en la detección. Por eso, su testimonio no es solo un mensaje de resiliencia: es una advertencia, una guía, y una invitación a cambiar la forma en que entendemos el autocuidado.
Mientras la ciencia avanza en tratamientos cada vez más específicos, la mejor defensa sigue siendo la información, la observación y la exigencia de un acompañamiento médico riguroso y completo. Como bien dice “La Flaca”, escuchar al cuerpo puede marcar la diferencia entre la vida y la muerte. Y esa lección, más allá de su fama o su figura pública, es el verdadero legado de su valiente testimonio.