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Tanatoturismo: honrar la memoria, no explotar el dolor

La ética en la comunicación exige separar el interés informativo del aprovechamiento del dolor ajeno.

En los últimos días, en Ecuador ha surgido el término “tanatoturismo” asociado a hechos criminales recientes, como el caso ocurrido en Guayaquil donde una hija asesinó a su madre. Sin embargo, es importante aclarar que el tanatoturismo, también llamado turismo oscuro o dark tourism, no se refiere a visitar escenarios de tragedias privadas ni a lucrar con crímenes que aún afectan directamente a sus familiares y a la sociedad.

El tanatoturismo es una modalidad turística reconocida internacionalmente que gira en torno a sitios históricos vinculados a la memoria colectiva, como museos de guerra, cementerios patrimoniales, memoriales de desastres o lugares donde la humanidad ha enfrentado grandes dolores. Su objetivo principal es preservar la memoria, educar para no repetir errores y generar reflexión social. Por ello, los destinos de tanatoturismo cuentan con procesos de gestión patrimonial, acompañamiento institucional y un enfoque ético que no busca el sensacionalismo, sino la construcción de conciencia.

En 2013 tuve la oportunidad de visitar el Museo de Auschwitz, uno de los escenarios más dolorosos de la historia contemporánea. Recorrer sus pasillos, observar las ruinas de los barracones y los objetos que pertenecieron a quienes fueron privados de todo, incluso de su nombre, es enfrentarse con la crudeza absoluta de la muerte y la deshumanización. Allí se siente que el lugar continúa vivo a través de cada muro, de cada fotografía y de cada silencio. El museo no es una atracción turística. Es un recordatorio permanente de lo que nunca debe repetirse. Es memoria activa hecha espacio. Esa es la esencia del tanatoturismo cuando se gestiona con respeto y sentido educativo.


Ecuador todavía tiene un camino por recorrer para institucionalizar espacios de memoria que faciliten la reflexión sobre hechos dolorosos de nuestra historia.


Relacionar crímenes recientes de carácter íntimo, en los que las víctimas y sus familias aún viven su duelo, con el tanatoturismo distorsiona por completo el sentido de esta actividad y abre riesgos éticos, legales y comunicacionales. Visitar o difundir detalles de lugares donde se cometieron asesinatos recientes no solo revictimiza a quienes ya sufren una pérdida, sino que puede convertirse en una forma de explotación del dolor ajeno.

El respeto es la primera norma en estos espacios de memoria. Algunas recomendaciones esenciales para los visitantes son: guardar silencio o hablar en voz baja; no posar de manera frívola en fotografías; no tocar ni mover objetos históricos; obedecer las indicaciones del sitio o del guía; reflexionar antes de publicar en redes sociales; evitar comentarios de morbo o sensacionalismo; y ser empáticos con quienes aún viven el duelo. Visitar estos lugares es un privilegio y una responsabilidad.

La memoria se honra con respeto, conciencia y humanidad. Ecuador todavía tiene un camino por recorrer para institucionalizar espacios de memoria que faciliten la reflexión sobre hechos dolorosos de nuestra historia. Cuando ese proceso se desarrolla con transparencia, respeto y pertinencia social, sí podemos hablar de tanatoturismo como una oportunidad para conocer, comprender y sanar.

Hasta entonces, es fundamental no trivializar la muerte ni convertir la tragedia privada en espectáculo. El tanatoturismo existe para honrar la memoria. No para monetizarla.

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