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sábado, septiembre 13, 2025
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“No todo merece convertirse en literatura”: escribir, corregir y guardar silencio también forman parte del oficio

Una mirada íntima al pensamiento literario de Antonio Campoverde, quien defiende la escritura como acto consciente, el silencio como forma de respeto y la corrección como parte esencial del compromiso con la palabra

Volver a conversar con Antonio Campoverde es como reencontrarse con un viejo amigo en medio de libros subrayados, cuadernos de borradores y una taza de café que nunca se enfría. La última vez que conversamos fue frente al mar: literal o simbólicamente, y esta nueva entrevista llega como una continuación inevitable: más reposada, más profunda, más cómplice.

Antonio no necesita presentación formal. Quienes lo han leído o compartido con él en espacios como el grupo literario Rajatabla saben que es una de esas voces que no solo escribe: reflexiona, enseña, corrige y también sabe callar cuando la realidad lo exige. Es escritor, profesor universitario, lector apasionado y, sobre todo, alguien que se ha tomado la literatura con la seriedad de quien elige hacer de ella un camino vital.

A lo largo de este diálogo abierto, sincero y sin prisa, nos habla de su recorrido literario, del valor de escribir con sentido, del respeto al dolor ajeno, del placer de corregir con esmero y de la importancia de escribir no solo para ser leído, sino para permanecer.

OG | ¿Cómo te presentas hoy? ¿Como escritor, profesor, lector…?
AC: Indiscutiblemente soy una mezcla de todo. Quisiera ser únicamente escritor; y más que un lector voraz, soy un relector voraz. Porque uno no termina de descubrir un texto en una sola lectura.

Ejercicio de reescritura manual del escritor Antonio Campoverde, parte de su exigente “gimnasia literaria”. Repetir frases, explorar variaciones y cuidar el uso de los verbos son parte de su método para dominar el ritmo y el peso de cada palabra.
Ejercicio de reescritura manual del escritor Antonio Campoverde, parte de su exigente “gimnasia literaria”. Repetir frases, explorar variaciones y cuidar el uso de los verbos son parte de su método para dominar el ritmo y el peso de cada palabra.

OG | ¿Y cuándo decidiste que este sería tu camino?
AC: Esta respuesta tiene cuatro tiempos: el primero fue a los trece años, cuando razoné que por mi situación económica lo más seguro para mí iba a ser la literatura; en ese entonces creí que iba a necesitar únicamente de papel, esfero y cerebro para tener éxito. El segundo tiempo fue a los veinticinco años, cuando empezaba a hacer cuentos con mucha facilidad y con un estilo propio. El tercero, a principio de mis treintas, cuando me dije: “si en esta no lo logro, la dejo”.
Y el cuarto tiempo, a finales de mis treintas, cuando mi familia y yo reconocimos todo lo que le había entregado a la literatura. Abandonarla, a esas alturas, sería una locura.

OG | ¿Qué atraviesa tu obra como hilo conductor?
AC: En mi obra hay dos tiempos importantes: pre-Galeano y post-Galeano.
Antes escribía únicamente con el fin de entretener: cuentos de terror, sátira, microcuentos. Leer a Galeano fue un punto de inflexión. Después de leerlo, sentí que lo que había escrito no tenía valor, porque no estaba nutrido con una causa social. Desde entonces, no he dejado de escribir desde una mirada crítica.

OG | ¿Y qué géneros has explorado a lo largo de tu carrera?
AC: He escrito cuentos de terror, microcuentos, fantasía, novela social, novela de terror, novela negra; también superación personal y ensayo. Pero si hay un libro que creo que no ha sido suficientemente leído o comprendido, es Me reniego, la biblia del nacionalismo en el Abya Yala. Porque nos muestra la realidad tal como es y nos ayuda a distinguir mejor nuestra situación dentro de la sociedad.

OG | ¿Qué estás escribiendo ahora?
AC: Tengo una novela que se llama Encrucijada digital. Ya debe tener unas cuatrocientas cuartillas entre lo que hay en el computador y lo que tengo escrito a mano, y aún no la veo llegar ni a la mitad. La otra es El poema épico al Abya Yala, que lleva tres años sin tocarse.


“Lo mejor es seguir escribiendo hasta donde se pueda llegar.” antonio CAmpoverde


OG | ¿Cómo es tu proceso creativo actualmente?
AC: Paso muchas horas haciendo gimnasia literaria. He dejado de lado las horas de trabajo creativo para dedicarme a pulir el estilo. Me obsesiona el uso correcto de los verbos. Siempre empiezo a las seis de la tarde y termino a las dos o tres de la madrugada. Escribo escuchando música ahora blues, antes Paganini o los Beatles y quemando palo santo, incienso, saumerio… Antes escribía sin pena de ningún tipo. Ahora siento que debo ser más pudoroso. Hay páginas que antes me hubiesen gustado incluir y hoy debo abandonar. También decidí dejar proyectos sobre temas sensibles: como el asesinato de María Belén Bernal o Efraín Ruales, por prudencia. No todo merece convertirse en literatura.

OG | Como profesor, ¿qué vacíos encuentras en quienes quieren escribir?
AC: El vacío más importante es la falta de perspectiva literaria; el no saber elegir por sí mismos algo valioso, y dejar que los medios pautados les digan qué leer.

OG | ¿Qué habilidades no literarias marcan la diferencia?
AC: La disciplina. Hay que tener la disciplina necesaria para cumplir con todas las actividades de formación que requiere este oficio.

OG | ¿Cómo trabajas la voz propia con tus estudiantes?
AC: La voz propia nunca se pierde, pero puede cultivarse o dañarse. Todo depende de la literatura que uno consuma en los ejercicios.

OG | ¿Qué consejo das a quienes sueñan con vivir de escribir?
AC: Que no se apuren a publicar. La pobreza es el mal que acompaña a la mayoría de los escritores. Es un trabajo arduo, requiere mucho tiempo, y no hay remuneraciones inmediatas. Publicar por desesperación, pagar para hacerlo, es la peor brújula. Si tu obra es buena, habrá quien la quiera publicar. Si no, no vale la pena imprimir cien copias que nadie quiere leer. Es mejor escribir una obra que perdure, que una que se pierda entre el ruido editorial.

OG | ¿Usas herramientas de IA en tu proceso?
AC: Solo como buscador. Una vez utilicé ChatGPT para conseguir ejemplos de cartas a editoriales al estilo de Cortázar o Borges… pero todo me pareció una estafa. Se notaba que era generado. Cuando me pasan un texto de IA haciéndolo pasar por propio, yo solo sonrío y los felicito para que crean que mordí el anzuelo.

María Emilia, una novela de Antonio Campoverde, en manos de una lectora.
María Emilia, una novela de Antonio Campoverde, en manos de una lectora.

OG | ¿Y temes que la IA reemplace a los escritores?
AC: Jamás. Quienes trabajamos artesanalmente sabemos que la IA no puede igualar a un estilo propio. La fuerza de las experiencias personales no se imita.

OG | ¿Qué papel cumplen los talleres literarios para ti?
AC: Son importantísimos. En Rajatabla trabajamos con seriedad. No imponemos temas. No buscamos brillar. Nos corregimos con respeto y en privado. No se trata de lucir conocimiento, sino de ayudar. Cuando hay que hacer una sugerencia, la hacemos por mensaje. El taller es virtual, para no interrumpir la vida diaria.

OG | ¿Cómo ves a esta generación de escritores?
AC: Es una generación de tribus. Cada uno en su nicho, sin identificarse con un grupo concreto. Pero hay especializaciones valiosas: Ramiro Caiza en haikús, Dorys Rueda en leyendas de Otavalo, Galo Guerrero en lectoescritura. La escritura también se va hacia la especialización.

OG | ¿Un error común en los manuscritos debut?
AC: Darle el texto a alguien que “corrige el estilo” y que termina borrando la personalidad del autor. Hay que aprender a corregir uno mismo. Yo lo intento… aunque mis libros aún tienen errores con los verbos y las rayas. Pero si la historia es buena, lo demás se puede mejorar.

OG | ¿Y un consejo final para quien empieza?
AC: No publiques rápido. No te frustres si no vendes. Si lo que escribiste te gusta y crees que tiene valor, defiéndelo. Aunque no lo lean ahora. Aunque te descubran después de muerto.

Este tiempo con Antonio ha sido más que una entrevista. Ha sido un reencuentro con la escritura pensada, la que no corre, la que se revisa, la que se respeta. Conversar con él es entrar en un espacio donde las palabras no solo importan por lo que dicen, sino por lo que eligen no decir.

Nos ha hablado con generosidad de su trayectoria, de sus límites, de sus búsquedas, de sus pausas. Y en cada respuesta nos ha recordado que escribir es un oficio serio, íntimo, desafiante… pero también profundamente humano.

Nos quedamos con muchas frases valiosas, pero sobre todo con una convicción que atraviesa todo su testimonio: “Lo mejor es seguir escribiendo hasta donde se pueda llegar.”

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