Se mueve al ritmo de la vida y marca su propio paso de la mano de su estilo personal. Así es Priscila Ramos, destacada bailarina, coreógrafa y maestra de danza con una amplia trayectoria artística. Se formó en la Universidad de Especialidades Espíritu Santo (UEES) y, a través de un trabajo arduo, ha participado en numerosos talleres y capacitaciones en el mundo de la danza. Su excelencia en la profesión la ha llevado a ser jurado de varios concursos televisivos.
Recuerda con emoción que su pasión por este arte surgió desde que era muy pequeña, inspirada por su madre, quien anhelaba ver a su hija convertirse en bailarina. Su formación comenzó en el Instituto Nacional de Danza Raymond Mauge Thoniel, actualmente Colegio de Artes, donde obtuvo su bachillerato en danza. No se limitaba a esos espacios, ya que también incursionaba en el flamenco. A sus 16 años, antes de graduarse, daba sus primeros pasos en la enseñanza. Además, relata: “En ese entonces no existía la licenciatura en danza. Mi mamá me decía: ‘Yo no quiero una bailarina con cabeza hueca, así que tú me traes un título universitario’. Así fue como decidí estudiar Economía”.
Cuenta que se encontraba en Puerto López cuando llegó la pandemia. En un principio, no creía que el confinamiento se iba a extender por tanto tiempo, pero sus amistades la impulsaron a tomarlo como una nueva oportunidad de difundir su arte a más personas. Fue entonces cuando incorporó clases virtuales de danza en su trayectoria profesional, lo que le permitió conectarse con cientos de personas desde sus hogares, ofreciéndoles inspiración y un respiro en medio del encierro.
Priscila es una empresaria de la danza; sus escuelas abren puertas tanto personales como artísticas a varias personas de todos los rincones del país. Su historia es un ejemplo de que vivir del arte no solo es viable, sino también transformador. Además, va más allá de la enseñanza técnica; es una guía que impulsa los sueños de niñas y niños, moldea a grandes bailarines que no solo compiten en el exterior, sino que también amplían sus horizontes y perspectivas. Sin lugar a dudas, «Tía Priscila», como cariñosamente la llaman sus estudiantes, ha transformado vidas y se ha ganado el aprecio de quienes han sido sus alumnos.
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