“Ódiame por piedad yo te lo pido, ódiame sin medida ni clemencia, odio quiero más que indiferencia, porque el rencor duele menos que el olvido…”. Con esa intensidad comienza uno de los temas más emblemáticos en la voz de Julio Jaramillo, el artista que convirtió cada interpretación en una confesión universal.
Julio Alfredo Jaramillo Laurido, nacido el 1 de octubre de 1935 en Guayaquil, Ecuador, es uno de los personajes más universales de la música latinoamericana. Aunque murió el 9 de febrero de 1978, su voz sigue viva en la memoria de generaciones enteras. Su figura trascendió fronteras al punto de que países como Colombia, Perú, México, Venezuela lo adoptaron como un hijo propio, convencidos de que aquel intérprete del pasillo y del bolero pertenecía también a su identidad cultural. Sin embargo, Jaramillo fue y será siempre ecuatoriano, y su tierra natal lo reconoce con el título de “El Ruiseñor de América”.
Su trayectoria artística comenzó en los años cincuenta, cuando la radio y los discos de vinilo eran la puerta de entrada a la fama. Con su voz cálida, intensa y profunda, Jaramillo interpretó géneros que marcaron a toda una época: el pasillo, el bolero, el vals, la ranchera y hasta el tango. Su versatilidad le permitió grabar más de 4.000 canciones y conquistar públicos diversos en escenarios internacionales. Entre sus éxitos inolvidables están Fatalidad, Nuestro Juramento, que le valió el apodo de “Míster Juramento”, Ódiame, Te odio y te quiero y Rondando tu esquina. Cada una de ellas no solo fue un éxito radial, sino un himno sentimental que acompañó la vida de miles de latinoamericanos.
«Las canciones de Julio Jaramillo pertenecen al mundo entero, aunque su raíz guayaquileña y ecuatoriana nunca deje de marcar su identidad»
Detrás de su leyenda hay también datos curiosos que engrandecen su figura. Grabó su primer disco a los 18 años y desde entonces no se detuvo, llegando a registrar más de cuatro mil temas en distintos géneros. Podía grabar hasta diez canciones en un solo día sin repetir tomas, gracias a su memoria musical y su voz afinada. Además de cantante, participó como actor en películas en México y Ecuador, y su vida nómada lo llevó a radicarse temporalmente en Colombia, Perú, Venezuela y Argentina, donde siempre fue recibido como un artista local. Su vida bohemia alimentó el mito: se habla de decenas de hijos no reconocidos y de romances en cada país donde se presentó.
Su muerte prematura, a los 42 años, desató una conmoción nacional. Más de 250.000 personas acompañaron su féretro por las calles de Guayaquil, en uno de los funerales más multitudinarios de la historia del Ecuador. Ese día nació la leyenda y se consolidó el mito. Años después, en 1993, el país declaró el 1 de octubre, fecha de su natalicio, como el Día del Pasillo Ecuatoriano, en homenaje a quien lo internacionalizó con su voz.
El legado de Jaramillo fue rescatado y preservado gracias a la labor incansable de la historiadora Jenny Estrada Ruiz (+), quien impulsó la creación del Museo Municipal de música popular Julio Jaramillo en Guayaquil. Este museo no solo guarda guitarras, discos y fotografías inéditas del artista, sino que también ha servido como centro de investigación y memoria de la música ecuatoriana. Estrada fue además la promotora de la primera Escuela del Pasillo, una institución que nació con el objetivo de enseñar, difundir y mantener vivo el género que JJ llevó al mundo entero. Su gestión permitió transformar el recuerdo en patrimonio cultural y la nostalgia en semillero de nuevas generaciones de músicos.

El eco de la voz de Jaramillo también se mantiene vivo gracias a reconocidos artistas internacionales que han rendido homenaje a su obra. El colombiano Charlie Zaa inmortalizó Nuestro Juramento en una versión que se convirtió en éxito continental, llevando la obra del “Ruiseñor de América” a escenarios de toda Latinoamérica y Estados Unidos. Por su parte, la banda mexicana Café Tacvba sorprendió con su propia interpretación de este mismo tema, demostrando la vigencia y versatilidad del repertorio de Jaramillo incluso en el universo del rock alternativo. Estos homenajes confirman que la música de JJ no pertenece a una sola época ni a un solo país: es un patrimonio sonoro compartido que sigue inspirando a artistas y emocionando a públicos diversos.
Hoy, casi medio siglo después, Julio Jaramillo sigue siendo símbolo del arte musical ecuatoriano. Su figura permanece en murales, bustos, calles y festivales, pero sobre todo en las emociones de quienes aún escuchan sus canciones como si fueran nuevas.
Julio Alfredo Jaramillo Laurido fue más que un intérprete: fue un fenómeno cultural. Adoptado por muchos países, celebrado por distintas generaciones y reclamado por la memoria colectiva de América Latina, él representa lo que ocurre con los grandes artistas: pertenecen al mundo entero, aunque su raíz, en este caso, guayaquileña y ecuatoriana, nunca deje de marcar su identidad.