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El impacto de una letra: ¿montuvio o montubio en el contexto ecuatoriano?

La acepción de la palabra montuvio empleada por los escritores del “Grupo de Guayaquil” de los años 30’s deriva de “monte y vida”, mientras que montubio, la versión que impuso la Real Academia, remite a “monte y biología”.

Aunque montuvio remite también a “monte y ríos” (fluvios), por lo que, según José de la Cuadra, “el montuvio sería el habitante procedente de la zona de la costa regada por los grandes ríos y sus numerosos tributarios.”

El montuvio y su ganado: una imagen que captura la esencia del estilo de vida costero en Ecuador. Foto: Manuel Avilés

En todo caso, la Academia de la Lengua de Ecuador, y por petición del distinguido manabita Ángel Loor Giler, solicitó a la Real Academia Española de la Lengua el cambio de acepción que antes perjudicaba a nuestros compatriotas al definir al montubio como “hombre grosero y montaraz”. Desde la edición del diccionario de 2013 (llamada del Tricentenario por cumplir la Academia 300 años 1713-2013), el significado aceptado de montuvio es el de “campesino de la costa de Ecuador”.

Y para todo esto, yo, que soy montuvio ya que vivo en el monte y me baño en el gran río Salitre con mi mula vieja y a la vez soy montubio por ser montaraz y grosero con los que me llaman a cobrar las deudas, les ofrezco este bello poema de mi estimada amiga Piedad Villavicencio Bellolio titulado “Montuvio Soy”, que lo dice todo:

Montuvio sobre su corcel: representando la fuerza y resiliencia de la cultura costeña de Ecuador. Foto: Manuel Avilés

Montuvio Soy

¿Por qué tanta convulsión?,
¿acaso mi nombre
lleva uve o es con be?,
remitámonos al lexicón
y zanjemos esto de una vez.

Me inscribieron como montubio
hace más de un centenario.
Mi padrino, don Elías Zerolo,
lexicógrafo de las islas Canarias,
me calificó de montaraz,
que es igual a grosero, agreste y brutal.
¡Montaraz, equívoca lexía
que dice tan poco de mi vida!

Aunque…, sí, soy montaraz porque me crié en el campo
y en el verdor del monte aprendí a caminar;
pero agreste no soy, pues si bien no fui a la universidad
no soy grosero ni feroz ni me falta urbanidad.
¡Si usted conversara conmigo
se daría cuenta de que no hablo por hablar!

Y fíjese, usted, que hasta poeta soy,
pues improviso hermosas rimas
y en un duelo de amorfinos
ni el trovador más eminente
tiene mejor gallardía que yo.
¡No, señor, ni agreste ni grosero soy!
¡Verifiquen ese nombre, por favor!

Historiadores y folcloristas escucharon mi clamor,
y cual palomas mensajeras lo llevaron a la real corporación,
docta casa que con mucho entusiasmo acogió mi razón.
Por ellos ahora soy el feliz montuvio del Litoral,
comarca donde cantan los gallos antes del alborear.

Soy el campesino de la Costa,
hombre alegre y trabajador,
que con sombrero y machete
cabalga por las floridas praderas
¡de esta fructífera tierra del Ecuador!

– Piedad Villavicencio Bellolio

Un montuvio y su caballo, símbolos vivientes de la cultura y tradiciones de la costa. Foto: Manuel Avilés
Sergio Cedeño Amador
Sergio Cedeño Amador
Miembro de la Academia de Historia del Ecuador
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