A propósito de la conmemoración del Día Mundial del Periodista Turístico, viene a mi memoria un episodio que marcó mi camino profesional en este ámbito: mi viaje a Marsa Alam, en Egipto, en año 2012. El país recién salía de una de sus crisis políticas más profundas, la Primavera Árabe, que puso en riesgo una de sus mayores fuerzas económicas: el turismo. Esa experiencia se enlaza inevitablemente con el trabajo que hoy realizo en Ecuador, a través de la serie periodística “Turismo en Ecuador”, donde exploro los pliegues de la institucionalidad que sostiene o debilita a esta actividad. Como profesional, me permite mirar el turismo no solo desde los atractivos, sino también desde la fragilidad y las posibilidades de transformación de la gestión pública que lo enmarca.
Aquel encuentro, convocado por la Organización Mundial del Turismo (OMT), reunió a periodistas de todo el mundo para reflexionar sobre un tema urgente: cómo comunicar un país en crisis sin perder su fuerza turística. El ambiente estaba marcado por la incertidumbre y la necesidad de encontrar respuestas en una nación donde el turismo, una de sus principales fuentes de ingreso, se encontraba gravemente amenazado por la inestabilidad política y social.

Más de 1.200 periodistas asistimos a esa cita. Recuerdo la frase que se repitió con fuerza: “lo que mueve el turismo es la percepción”. Entonces comprendí que el periodismo no consiste solo en contar destinos, sino en devolver confianza a quienes los habitan y a quienes sueñan con recorrerlos. Porque cuando un país atraviesa la inestabilidad, la comunicación deja de ser un accesorio para convertirse en una herramienta de resistencia.
Esa experiencia me marcó. No era suficiente hablar de playas o monumentos; había que hablar de instituciones, de la fragilidad de un sistema que, sin bases sólidas, dejaba al turismo a merced de cada sacudida política.
Hoy, al mirar hacia Ecuador, guardando las distancias con Egipto, encuentro resonancias. Aquí también el turismo ha sido contado muchas veces como postal, pero pocas veces como estructura. Más de veinte ministros en tres décadas son la prueba de que lo que falta no son atractivos, sino continuidad, visión y una verdadera política pública que respalde al sector.
Con la serie “Turismo en Ecuador”, que publicamos en El Costanero, busco escribir desde esa convicción: que el periodismo turístico debe ir más allá de la promoción y adentrarse en los pliegues de la institucionalidad, cuestionarla, interpelarla, proponer cambios. Se trata de una investigación en 8 entregas, cuya primera publicación se presentó el lunes 1 de septiembre, marcando el inicio de un recorrido crítico por la memoria y los desafíos del turismo en nuestro país.

En este Día Mundial del Periodista Turístico, lo que celebro no es la efeméride en sí, sino la posibilidad de ejercer una escritura que no solo invite a viajar, sino que también abra los ojos: un periodismo que interpele a los gobernantes, porque de la historia se trata de aprender para no repetir los errores del pasado.