En un tiempo marcado por la ansiedad, la prisa y el agotamiento emocional, el médico y conferencista español Mario Alonso Puig plantea una pregunta poderosa: ¿y si lo que necesitamos para transformar nuestra vida no fuera más esfuerzo, sino más gratitud?
Reconocido por su trabajo en el campo del liderazgo, la neurociencia aplicada y el bienestar integral, Puig no solo habla desde el conocimiento médico, sino desde la observación profunda del comportamiento humano. En su más reciente intervención, insiste en una idea sencilla pero radical: agradecer a diario cambia el cerebro, el cuerpo y el alma.
“Cuando uno entrena su mente para ver lo que ya tiene, empieza a descubrir fortalezas que estaban ocultas por el ruido del miedo”. Dr. Mario ALonso Puig
La gratitud como entrenamiento del enfoque
En su reflexión, el Dr. Puig explica que el cerebro humano tiene un sesgo natural hacia lo negativo, una condición evolutiva que en el pasado nos ayudaba a sobrevivir. Sin embargo, en el mundo moderno, ese enfoque constante en lo que falta, en lo que nos amenaza o en lo que aún no logramos, se ha convertido en una fuente inagotable de malestar.
“La gratitud no niega los problemas”, afirma Puig. “Lo que hace es equilibrar la visión. Nos recuerda que también hay belleza, apoyo, y cosas que están funcionando en nuestra vida”. Por eso propone un ejercicio práctico: durante 30 días, escribir cada mañana tres cosas por las que uno se sienta verdaderamente agradecido. Puede ser algo grande, como la salud de un ser querido, o algo pequeño, como el aroma del café por la mañana.
Estrés y distrés: el gran desafío de esta época
Uno de los aportes más importantes de Puig es su explicación sobre el estrés y el distrés. Mientras el estrés agudo puede ser adaptativo y empujarnos a actuar, el distrés, una forma prolongada y dañina del estrés, es responsable de múltiples enfermedades. Fatiga crónica, insomnio, irritabilidad, y un sistema inmunológico debilitado son solo algunas de sus consecuencias.
Aquí es donde la gratitud juega un papel clave. Estudios recientes en psicología positiva y neurobiología muestran que sentir y expresar agradecimiento reduce los niveles de cortisol, mejora la calidad del sueño, y fortalece las conexiones sociales. Según Puig, al cambiar el foco mental cada mañana, se debilita el circuito del miedo y se activa el de la confianza, lo cual tiene repercusiones directas en la salud física y emocional.
Un cambio de perspectiva, no de circunstancias
Puig insiste en que no se trata de negar lo que duele o lo que falta. Se trata de equilibrar. “Cuando uno entrena su mente para ver lo que ya tiene, empieza a descubrir fortalezas que estaban ocultas por el ruido del miedo”, dice. En otras palabras, la gratitud no resuelve todos los problemas, pero transforma a quien los enfrenta.
Y en un mundo que empuja hacia la queja, la crítica o la comparación constante, practicar la gratitud se convierte en un acto de rebeldía consciente. Un acto silencioso, diario, y profundamente transformador.
