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Emily Warren Roebling: la mujer que sostuvo el Puente de Brooklyn y lo ancló en la historia

Su inteligencia, coraje y liderazgo fueron invisibles para la historia oficial, pero fundamentales para levantar uno de los íconos más emblemáticos de Nueva York

El Cuauhtémoc, buque insignia de la Marina mexicana, fue recientemente trasladado a un astillero en Brooklyn para peritajes tras su colisión con el Puente de Brooklyn. La tragedia, que dejó dos cadetes muertos y once heridos, puso nuevamente en foco la solidez de esta histórica estructura inaugurada en 1883. Más de 140 años después, el puente volvió a demostrar su fortaleza. Y con ello, resurgió también una historia muchas veces olvidada: la de Emily Warren Roebling, la mujer que lo sostuvo antes que el acero.

El Buque Escuela Cuauhtémoc fue trasladado a un astillero en Brooklyn para peritajes tras la colisión con el Puente de Brooklyn, que dejó dos cadetes fallecidos y once heridos. Foto EFE
El Buque Escuela Cuauhtémoc fue trasladado a un astillero en Brooklyn para peritajes tras la colisión con el Puente de Brooklyn, que dejó dos cadetes fallecidos y once heridos. Foto EFE

Un puente marcado por tragedias y una figura inesperada

El proyecto fue originalmente diseñado por el ingeniero John Augustus Roebling, inmigrante alemán y fundador de la firma responsable del puente. En 1869, mientras inspeccionaba el área de obra, sufrió una grave lesión en el pie tras un accidente con un ferry. La herida derivó en tétanos, y murió semanas después. Su hijo, Washington Roebling, asumió la dirección técnica del proyecto.

Pero el destino volvió a golpear. Durante las excavaciones de los cimientos, Washington pasó largas jornadas en los cajones neumáticos, cámaras presurizadas bajo el lecho del río. Al salir sin la descompresión adecuada, desarrolló el “mal del buzo”, la enfermedad de descompresión, que lo dejó parcialmente paralizado e imposibilitado de continuar la supervisión directa.

En ese contexto crítico emergió Emily Warren Roebling, su esposa, sin título profesional, pero con una determinación y capacidad extraordinarias. Aprendió por su cuenta matemáticas, física y resistencia de materiales. Visitaba la obra diariamente, redactaba informes, resolvía problemas técnicos, y fue la conexión entre su esposo postrado y el equipo de ingenieros. Durante más de una década, fue la mente operativa del proyecto.

Emily Warren Roebling aportó conocimiento, liderazgo y visión en la construcción del Puente de Brooklyn. Su trabajo como supervisora técnica fue esencial para completar esta obra histórica. Foto web
Emily Warren Roebling aportó conocimiento, liderazgo y visión en la construcción del Puente de Brooklyn. Su trabajo como supervisora técnica fue esencial para completar esta obra histórica. Foto web

De la gloria a la tragedia

El 24 de mayo de 1883, el Puente de Brooklyn fue inaugurado en una ceremonia multitudinaria. Emily fue la primera persona en cruzarlo oficialmente, en carruaje, portando un gallo como símbolo de victoria. Fue su manera silenciosa de firmar una obra que llevó su huella en cada tornillo y cálculo, aunque su nombre no figurara.

Pero la alegría duró poco. Una semana después de la inauguración, el 30 de mayo de 1883, el puente vivió su primera tragedia. Un rumor infundado sobre su inestabilidad provocó una estampida mortal. La multitud quedó atrapada en los accesos laterales, y el pánico llevó al aplastamiento de decenas de peatones. Doce personas murieron asfixiadas y más de cien resultaron heridas. El suceso empañó el brillo de la inauguración y reavivó el miedo sobre la seguridad del puente.

Elefantes sobre el acero

Para disipar esos temores, al año siguiente, el empresario circense P.T. Barnum organizó un espectáculo inédito: el cruce del puente por 21 elefantes, 17 camellos y 10 dromedarios. El evento fue documentado por la prensa de la época y posteriormente por historiadores como David McCullough en su obra The Great Bridge. Aunque el simbolismo tenía más de espectáculo que de prueba técnica, funcionó: la confianza del público fue restaurada.

No obstante, la verdadera prueba de resistencia había sido otra. La superó Emily. Día tras día, durante más de diez años, enfrentó no solo los desafíos técnicos de una obra monumental, sino también el prejuicio y la invisibilidad que pesaban sobre las mujeres de su época.


«Fue mucho más que la esposa de un ingeniero: fue una ingeniera en funciones, una líder y una visionaria», expresó una concejal local durante la ceremonia de inauguración en la que el Ayuntamiento de Nueva York designó un tramo de calle en honor a Emily Warren Roebling.


Legado que desafía siglos

Hoy, tras la colisión del Cuauhtémoc, el puente sigue en pie. Y con él, el legado invisible pero firme de Emily Warren Roebling. Su nombre ya figura en una placa, y su historia ha sido rescatada en libros, documentales y estudios históricos. Pero aún falta incorporarla plenamente al relato oficial de la ingeniería y del progreso.

Símbolo de ingeniería, historia… y del legado silencioso que lo sostuvo. Foto El Costanero
Símbolo de ingeniería, historia… y del legado silencioso que lo sostuvo. Foto El Costanero

En tiempos donde el feminismo está presente en discursos y campañas, la historia de Emily recuerda que los desafíos de fondo siguen vigentes. Ella no solo rompió barreras: las sostuvo mientras construía un puente que unía dos mundos, el técnico y el humano, el de los planos y el de las decisiones reales.

Cruzar el Puente de Brooklyn no es solo un acto turístico o cotidiano de ir de Manhattan a Brooklyn. Es recorrer una historia viva que se sostiene sobre cables, piedra y la determinación de una mujer que, en silencio, desafió al siglo XIX… y que aún hoy interpela al XXI. Emily Warren Roebling se adelantó a su tiempo, y con cada paso sobre ese puente, seguimos caminando sobre el legado de alguien que no solo lo sostuvo: lo cambió para siempre.

 

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