Cada 16 de junio, el mundo conmemora el Día Internacional de las Remesas Familiares, una fecha instaurada por la ONU para visibilizar el aporte económico -y profundamente humano- de quienes decidieron cruzar fronteras para enviar esperanza, billete a billete, a los que quedaron atrás.
En países como Ecuador, donde la migración se ha convertido en parte del tejido social, este día es más que una efeméride: es un llamado a reconocer que los migrantes no se fueron por comodidad ni cobardía. Se fueron por amor. Se fueron por responsabilidad. Se fueron porque quedarse ya no era opción.
«Más de 6.500 millones de dólares en remesas en 2024 revelan la magnitud del aporte migrante al sustento nacional»
Ecuador y la economía del sacrificio
Durante 2024, las remesas enviadas por ecuatorianos residentes en el exterior alcanzaron una cifra histórica: USD 6.539,8 millones, lo que representa un incremento del 20,1 % respecto al año anterior y equivale al 5,3 % del Producto Interno Bruto nacional. Así lo detalla el último informe de la Balanza de Pagos del Banco Central del Ecuador (BCE).
Estados Unidos fue el principal país emisor (73,5 %), seguido de España (15,6 %) e Italia (2,5 %). Provincias como Guayas, Azuay, Pichincha y Cañar concentran la mayoría de estos ingresos, según datos desagregados del mismo organismo.
El dato más revelador: las remesas superan ampliamente a la inversión extranjera directa, que en el mismo periodo apenas rozó los USD 217 millones, como lo confirma el Ministerio de Producción, Comercio Exterior, Inversiones y Pesca. En otras palabras, lo que llega desde los bolsillos de nuestros migrantes multiplica por veinte lo que invierten las grandes empresas internacionales en nuestro país.

Más que dinero: el verdadero impacto
Las remesas son mucho más que giros mensuales. Son techos reparados. Son matrículas escolares pagadas. Son medicinas que llegan. Son mesas servidas. Son la expresión más tangible de una promesa: “desde donde esté, seguiré contigo”.
Estudios realizados por la Facultad Latinoamericana de Ciencias Sociales (FLACSO) y la Universidad Nacional de Loja demuestran que las remesas reducen la pobreza por ingresos, mejoran el acceso a servicios de salud y educación, y fortalecen la resiliencia de las familias receptoras.
Una investigación específica, publicada en 2022 por los economistas Geovanny Astudillo y Tatiana Sarmiento, evidenció que cuando los envíos superan los USD 300 mensuales, la pobreza en los hogares disminuye hasta en un 18 %. No obstante, también se detecta una reducción en la participación laboral local, lo que apunta a una incipiente dependencia estructural.
«El Día Internacional de las Remesas Familiares es un homenaje a quienes nunca dejaron de estar, aunque hayan tenido que irse»
Retos pendientes y políticas necesarias
El desafío está en convertir esas remesas en motores de desarrollo real. ¿Cómo lograrlo?
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- Reduciendo los altos costos de envío, en América Latina, el promedio sigue siendo del 5,9 %, según el Fondo Internacional de Desarrollo Agrícola (FIDA).
- Fomentando el ahorro y la inversión local a través de microemprendimientos.
- Ofreciendo educación financiera a las familias receptoras, como recomiendan los informes del Banco Mundial.
- Estableciendo políticas públicas que no dependan del sacrificio migrante para sostener la economía nacional.
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Una historia que también es política
Ecuador debe dejar de ver las remesas solo como alivio económico. Detrás de cada envío hay una historia de desarraigo, esfuerzo, y muchas veces, de abandono institucional. No basta con agradecer. Es hora de construir un país que no expulse, sino que abrace.
El Día Internacional de las Remesas Familiares es un homenaje a quienes nunca dejaron de estar, aunque hayan tenido que irse.