“No existe mayor homenaje que reconocer a quienes amamos mientras caminan a nuestro lado.”
En la vida, quien siembra cosecha, dice el dicho. Y también resuena la célebre cita de Bertolt Brecht: “Hay hombres que luchan un día y son buenos. Hay otros que luchan un año y son mejores. Hay quienes luchan muchos años y son muy buenos. Pero los hay que luchan toda la vida: esos son los indispensables.”
Conviene subrayar que también hay mujeres que encarnan esas palabras. Una de ellas es María Magdalena Pizarro Villalta, a quien bien puede atribuirse ese reconocimiento.
Virtuosa, creyente y con una fe inquebrantable, acariciada como dirían algunos por los ángeles, encontró en su espiritualidad la fuerza necesaria para cumplir su misión de vida. Humilde e inquieta, pero al mismo tiempo fuerte y resistente, hecha de madera de roble, siempre capaz de ser tierna cuando hace falta y más guerrera que nadie cuando las circunstancias lo exigen.
La infancia no siempre ofrece caminos fáciles, y a muchos la marca de manera irreversible. Para ella, sin embargo, la adversidad se transformó en sabiduría. Madre de tres hijos, sufrió la pérdida temprana de uno de ellos, un golpe irreparable que a cualquier persona podría quebrar. Pero se levantó, tendió la mano a los demás y siguió adelante. Su carácter adaptable y su resiliencia incalculable la convirtieron en un referente de fortaleza y entereza.
«Su historia no solo honra a las mujeres de su generación, sino que inspira a las nuevas, recordándoles que el verdadero éxito no está en la abundancia, sino en la capacidad de seguir adelante con dignidad, esperanza y gratitud.»
Isla de la Fruta: sabor, memoria y constancia
En enero de 1999 llegó a Salinas junto a una de sus hijas para acompañar un proyecto que esta emprendía bajo el nombre Island Fruit. El negocio comenzó con sencillez: un kiosco de madera típico de la costa, desde donde se ofrecían jugos y batidos de fruta fresca. Han transcurrido ya 26 años desde aquel inicio.
Cuando su hija debió dedicarse a otras actividades, Magda, como le gusta que la llamen, asumió la responsabilidad del negocio. Lo hizo con determinación y constancia, hasta alquilar, junto a una amiga, el local donde hoy funciona la reconocida Isla de la Fruta.
El establecimiento refleja su esencia: un espacio que resguarda los sabores tradicionales de la cocina guayaquileña y los combina con mariscos propios de la costa. No es cocina gourmet ni de autor, sino aquella sazón hogareña que guarda la memoria culinaria de generaciones.
Durante la pandemia, cuando todo parecía perderse, volvió a demostrar su resiliencia. Una vez más, quedaron las dos juntas, madre e hija, reencontradas en el mismo proyecto. De la mano reorganizaron el negocio para mantenerlo vivo, consolidándolo como un referente gastronómico de Salinas. Ese tiempo compartido, en medio de la adversidad, se transformó en una nueva oportunidad para reafirmar el lazo que las une y para dar continuidad a un sueño que parecía tambalear.
Hoy, a sus 84 años, sigue al frente del proyecto con el mismo entusiasmo de siempre. Su aspiración es sencilla pero trascendente: ofrecer no solo buena comida, sino un servicio impregnado de calidez humana y hospitalidad, valores que han convertido a Isla de la Fruta en un lugar entrañable.
Reconocimiento en vida
En octubre pasado, la Junta Cívica de Salinas, de la cual forma parte de manera activa, le otorgó un reconocimiento junto a otras personalidades. No lo esperaba, pero lo recibió con alegría. Y es que homenajes como este cobran un sentido especial en personas como ella, no solo porque lo merezcan, sino porque se trata de un verdadero acto de justicia.
No es únicamente la organización quien la distingue; es la vida misma que la premia, que da sentido a su caminar y le permite sentirse en paz con todo lo vivido.
Hoy, convertida en abuela de cinco nietos y bisabuela de tres, aunque la distancia no siempre le permita tenerlos a todos cerca, les deja un legado invaluable: el ejemplo de la fortaleza, el valor de la fe y la certeza de que la vida, con todas sus pruebas, siempre puede enfrentarse con dignidad.
Homenaje de una hija
Este es, en vida, el homenaje para ella. Soy su hija y deseo que pueda leer estas palabras ahora, mientras está con nosotros, y reconocer en ellas el reflejo del sentimiento que sembró. Que sepa que cada gesto, cada lucha silenciosa y cada paso dado con fe y coraje no fueron en vano.
Que pueda sentirse orgullosa de la mujer que es y del legado que deja. Porque no existe mayor homenaje que reconocer a quienes amamos mientras caminan a nuestro lado.
Hoy, mi madre, María Magdalena Pizarro Villalta, recibe este tributo como testimonio de gratitud, admiración y amor eterno.
En sus propias palabras
¿Qué valores considera que han guiado siempre su camino?
Magda: La honestidad y el amor a Dios.
¿Qué recuerda de aquellos primeros días en el kiosco de madera en 1999?
Magda: Recuerdo la enseñanza que me dejó ese comienzo, con un pequeño emprendimiento que me enseñó el valor del esfuerzo y la perseverancia.
¿Qué significa para usted ver que Isla de la Fruta se mantiene después de 26 años?
Magda: Es como ver crecer a un hijo desde pequeño, verlo fuerte, atractivo para muchas personas que lo visitan y me felicitan por lo que he logrado.
Cuando sus nietos o bisnietos piensen en usted, ¿qué le gustaría que recuerden?
Magda: Como una mujer emprendedora y luchadora que nunca se sentó a llorar por lo que la vida le quitó, sino que siguió adelante pensando en el futuro de sus hijos, nietos y bisnietos.
¿Cómo recibió la noticia del homenaje de la Junta Cívica de Salinas?
Magda: Con mucha sorpresa, porque realmente no lo esperaba. Hay muchas personas aquí en Salinas que merecen este galardón, pero si Dios me lo dio a mí, solo puedo decir: gracias, gracias, Dios mío.
¿Qué representa para usted este reconocimiento en esta etapa de su vida?
Magda: Prácticamente viene a ser el cierre de una vida de emprendedora. Hasta donde he avanzado siento que ya he cumplido, aunque seguiré trabajando mientras Dios lo disponga.
¿Qué mensaje daría a otras mujeres de su comunidad que, como usted, trabajan y luchan día a día?
Magda: Que no desmayen, que sigan adelante y no se sientan disminuidas por no tener todo lo que desean. Que luchen y se esfuercen para conseguir lo que merecen.
Hablar de María Magdalena Pizarro Villalta es hablar de una mujer que ha hecho de la vida un acto de fe, del trabajo una forma de amor y de la adversidad una escuela de fortaleza.
Su historia no solo honra a las mujeres de su generación, sino que inspira a las nuevas, recordándoles que el verdadero éxito no está en la abundancia, sino en la capacidad de seguir adelante con dignidad, esperanza y gratitud.
En Salinas, su nombre quedará ligado para siempre a la perseverancia, la familia y el sabor de un lugar que nació pequeño, pero creció con el corazón: Isla de la Fruta.
