El turismo es una actividad compleja que depende de la coordinación entre múltiples actores. No se sostiene únicamente en los atractivos naturales o culturales del país, sino en la interacción constante entre instituciones, empresas, comunidades, universidades y medios que hacen posible su desarrollo. Cada uno cumple un rol dentro de una cadena que exige equilibrio, compromiso y visión compartida.
El Ministerio de Turismo es el ente rector responsable de planificar, regular, promover y coordinar las políticas públicas del sector. Entre sus competencias están la definición de estrategias de promoción nacional e internacional, la certificación de calidad de los servicios turísticos, la creación de normativas, el registro de prestadores y la gestión de incentivos para la inversión. También debe articularse con otras instituciones del Estado: con el Ministerio de Transporte impulsa la conectividad terrestre y aérea; con el Ministerio del Ambiente regula las actividades turísticas en áreas protegidas; con el Ministerio de Cultura desarrolla rutas patrimoniales; y con entidades financieras como BanEcuador, la CFN y el Banco de Desarrollo promueve líneas de crédito destinadas a fortalecer la infraestructura turística y hotelera.
“El turismo no se construye desde un solo frente. Es un sistema de actores que, cuando deja de coordinarse, pierde rumbo y oportunidades.”
El sector privado es el motor que convierte los planes en acción. Hoteles, restaurantes, agencias de viajes, operadores turísticos, aerolíneas y empresas de transporte son los que hacen funcionar el engranaje. Sin embargo, los empresarios reclaman la falta de incentivos, el exceso de trámites y la desigualdad de condiciones frente a la competencia regional. Muchos microemprendimientos no logran acceder a los créditos ofrecidos por BanEcuador o la CFN, ya sea por los requisitos excesivos o porque los montos disponibles no cubren sus necesidades. A esto se suma un reclamo histórico: la centralización. Los empresarios de las provincias costeras y amazónicas sienten que las decisiones se toman desde Quito sin atender las particularidades del territorio. La creación de mesas técnicas regionales y una política de estímulo fiscal podrían equilibrar estas diferencias y reactivar la inversión.
En los últimos años, las relaciones entre los actores del turismo ecuatoriano han atravesado momentos de tensión y reconfiguración. Durante la pandemia, gremios, asociaciones y el Estado improvisaron alianzas urgentes para sobrevivir. Protocolos sanitarios, subsidios, créditos emergentes y campañas internas marcaron un antes y un después en la forma de dialogar.

Sin embargo, aquella cohesión de emergencia se ha ido diluyendo. El sector privado ha expresado su preocupación ante decisiones unilaterales del gobierno, como la fusión del Ministerio de Turismo con la cartera de Producción, que encendió alertas en al menos catorce gremios por el riesgo de perder autonomía institucional. Hoy, el sistema enfrenta desafíos estructurales: falta de continuidad política, escasa confianza entre actores, desigualdades regionales y débil articulación interinstitucional.
Gremios como OPTUR y FENACAPTUR continúan activos como espacios de interlocución, aunque su voz a veces choca con la fragmentación interna del sector. Las CAPTUR provinciales operan con distintos niveles de incidencia según su contexto local, mientras que la Federación Plurinacional de Turismo Comunitario del Ecuador (FEPTCE) mantiene su apuesta por articular comunidades, muchas veces al margen de los circuitos formales de decisión. El momento actual exige que esas relaciones vuelvan a germinar desde la confianza. No bastan mesas ocasionales convocadas desde Quito: se necesitan redes tangibles que trabajen desde los territorios, mecanismos institucionales de rendición de cuentas, espacios de innovación colaborativa y una agenda compartida que no cambie con cada gobierno.

Ecuador cuenta con 22 aeropuertos distribuidos entre internacionales, nacionales y regionales. De ellos, los principales son los de Quito (Mariscal Sucre) y Guayaquil (José Joaquín de Olmedo), que concentran más del 85 % del tráfico aéreo nacional e internacional. Otros, como Manta (Eloy Alfaro), Cuenca (Mariscal La Mar), Loja (Ciudad de Catamayo), Baltra (Seymour) y San Cristóbal, mantienen operaciones regulares aunque con menor frecuencia.
Sin embargo, varios aeropuertos nacionales y regionales permanecen subutilizados o con operaciones intermitentes pese a haber recibido importantes inversiones públicas. Es el caso de Tena, Esmeraldas, Santa Rosa, Latacunga y Salinas, cuyos vuelos comerciales fueron suspendidos por falta de demanda o sostenibilidad económica.
El Aeropuerto General Ulpiano Páez de Salinas, modernizado para impulsar el turismo en la Península de Santa Elena, hoy opera principalmente con vuelos chárter o actividades militares. Su situación refleja una problemática estructural: la falta de planificación integral en la conectividad aérea interna, que limita el acceso a destinos emergentes y reduce la redistribución de los flujos turísticos hacia territorios costeros y rurales.

La academia ha sido otro pilar fundamental. Desde los años ochenta, universidades como la PUCE, la Universidad Nacional de Loja, la Universidad de Cuenca, la ESPOL y la UEES han formado generaciones de profesionales en turismo, hotelería y gastronomía, consolidando una base técnica y científica para el sector. Con el tiempo, instituciones como la Universidad ECOTEC, la Universidad Estatal de Milagro (UNEMI) y otras universidades privadas ampliaron la oferta académica, adaptando sus programas a las nuevas demandas del mercado.
Hoy, más de 28 instituciones de educación superior ofrecen carreras relacionadas con el turismo. Sin embargo, los estudios y proyectos desarrollados por las universidades rara vez influyen en la política pública. La creación de una Red Nacional de Observatorios Turísticos, con datos abiertos y articulación entre la academia, el Ministerio de Turismo y los gobiernos locales, permitiría planificar con base en evidencia y no en improvisaciones.
El transporte es otro punto sensible. Sin movilidad no hay turismo posible. Las aerolíneas nacionales e internacionales conectan Ecuador con América y el mundo a través de Quito y Guayaquil, pero existen terminales subutilizadas. Los puertos marítimos de Manta y Guayaquil reciben cruceros internacionales que dinamizan la economía costera, mientras que los de Galápagos, bajo estricta regulación ambiental, mantienen un equilibrio entre conservación y productividad. En el transporte terrestre, cooperativas privadas conectan al país, aunque la calidad del servicio y la seguridad siguen siendo desafíos constantes.

A escala territorial, diversas instituciones también actúan como veedoras o coadyuvantes en la gestión del sector. La Asociación de Municipalidades Ecuatorianas (AME), que agrupa a los 221 municipios del país, ejerce competencias directas en planificación urbana, uso del suelo, permisos de funcionamiento, control del espacio público y promoción turística local. Su participación es decisiva para garantizar que los proyectos se desarrollen en armonía con las normas de conservación patrimonial, ambiental y cultural.
De igual forma, el Consorcio de Gobiernos Autónomos Provinciales del Ecuador (CONGOPE), que integra a las 23 prefecturas del país, fortalece la planificación territorial y el fomento productivo con enfoque regional. A través de sus direcciones de desarrollo económico y turismo, las prefecturas pueden asumir un rol activo en la veeduría técnica, promover auditorías de impacto territorial, evaluaciones de sostenibilidad y procesos de capacitación en turismo comunitario y responsable.
El turismo en Ecuador es, en esencia, un trabajo colectivo. El Ministerio de Turismo puede dictar políticas, pero sin los empresarios que invierten, las comunidades que abren sus puertas, los transportistas que conectan territorios, las universidades que generan conocimiento y los medios que fomentan reflexión, no hay desarrollo posible. Solo una alianza basada en confianza, respeto y continuidad permitirá construir un modelo turístico sostenible, competitivo y con sentido de país.

La comunicación también tiene su papel en esta ecuación. La promoción turística ha estado centrada en campañas visuales, pero ha descuidado la reflexión y la participación ciudadana. Los medios locales, como El Costanero, han asumido la tarea de mirar más allá de la postal para invitar al análisis crítico, abrir el diálogo y promover la responsabilidad compartida.
La serie Turismo en Ecuador busca precisamente exponer esa realidad: mostrar cómo las relaciones entre el Estado, la empresa privada, los gremios, las comunidades, la academia y el transporte se han transformado en los últimos años y cómo, pese a los avances, persisten brechas que debilitan el sistema. Comprender este entramado es esencial para evaluar si el turismo avanza como política de Estado o se estanca como un conjunto de esfuerzos dispersos.
“Solo una alianza basada en confianza, respeto y continuidad permitirá construir un modelo turístico sostenible, competitivo y con sentido de país.”
Más que ofrecer soluciones, esta mirada invita a reconocer los logros, identificar los vacíos y reflexionar sobre las condiciones necesarias para que el turismo sea finalmente un verdadero motor de desarrollo territorial.
Bibliografía
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Nota al pie
Este trabajo forma parte de la Escuela de Ciudadanía, dedicada al análisis de la función pública, su operatividad y los actores que la han desarrollado a lo largo de la historia. Los nombres mencionados corresponden únicamente a su labor institucional en el ámbito turístico. Ni la autora ni El Costanero se adhieren a posiciones políticas de quienes en su momento ocuparon u ocupan cargos públicos.
El propósito de este trabajo es exclusivamente informativo, académico y ciudadano: contribuir al conocimiento colectivo, promover el debate informado y fortalecer la capacidad crítica de la sociedad.