No todos los legados son visibles. Algunos se construyen en silencio, con las manos, con la voz, con el corazón. Ese fue el camino de Emilio Sánchez Martínez, servidor público no vidente y custodio durante años de la sección Braille y sonora de la Biblioteca Municipal de Guayaquil.
Desde ese espacio, Emilio no solo organizaba libros. Custodiaba un derecho: el de acceder al conocimiento sin barreras. La sala, que cuenta hoy con más de 2.000 ejemplares en sistema braille, ofrece además acceso al sistema braille digital, una herramienta que permite a las personas con discapacidad visual estudiar, investigar y leer de forma autónoma. Él conocía el valor de esa independencia. Por eso, su compromiso fue más allá del deber.
En un video grabado hace algún tiempo, mientras realizaba sus labores, don Emilio expresó con claridad:
“Es necesario llegar por todos los medios a todas aquellas personas que desconocen del servicio braille digital que ofrece la Biblioteca Municipal. La comunidad debe ayudar a difundir esta obra, que en cierta forma brinda una independencia total en el aspecto educativo a quienes tienen alguna discapacidad, como la visual.”
Su mensaje no era solo informativo; era un llamado a la acción. A no dejar que este servicio quede en el olvido. A asumir colectivamente la tarea de visibilizarlo, valorarlo y protegerlo.
Emilio también participó activamente en la revisión e incorporación al sistema braille del guion museológico del Museo Histórico de Guayaquil, una muestra de su compromiso con el acceso universal al patrimonio cultural de la ciudad.
Hoy, tras su partida, su legado sigue vivo en cada página que se lee con las yemas de los dedos, en cada estudiante no vidente que accede a un texto con autonomía, en cada persona que encuentra en esa sala un espacio de dignidad.
Desde estas líneas, proponemos al Municipio de Guayaquil designar oficialmente este espacio como “Sala Braille Emilio Sánchez Martínez”, en honor a quien hizo de su trabajo una obra de vida.
Porque Emilio no necesitó la vista para ver más allá. No necesitaba ver para saber que estaba iluminando un camino. Y ese camino merece seguir abierto.